Reflexiones Sociobiológicas... (por Fernán Tamayo)

Aunque es cierto que el ser humano ha tenido un comportamiento muy particular entre las demás especies del planeta, no podemos dejar de lado también, que si analizamos con cuidado, es claro cómo su comportamiento sigue siendo enteramente animal y sometido a su naturaleza biológica, aunque tal consideración lleve a muchos a concebir esta reflexión como reduccionista y determinista. Y es que en primer lugar la ambición humana marcó siempre como lo sigue haciendo hoy, el rumbo del desarrollo de la especie, de tal manera que desde las antiguas comunidades de primitivos el conflicto fue siempre la actividad predominante en la lucha por beneficios y recursos, luchas que podían ser pequeñas o a gran escala cuando suponían el combate entre dos o más pueblos. Las comunidades humanas lucharon por su desarrollo hasta que algunos líderes lograron sobreponerse a la fuerza o por la astucia de las historias míticas que lograron persuadir hasta por miedo al “más allá” de las masas ignorantes de primitivos. Sin embargo, es importante tener en cuenta que la autoridad de los poderosos se consolidaría con el paso del tiempo desde lo ideológico hasta lo físico, es decir, desde lo mítico religioso hasta el poder de la violencia organizada para la opresión y el control (poder militar). Así pues, queda claro que desde la antigüedad el uso de la religión y el poder militar constituyó el elemento ineludible para ejercer el control y el sometimiento sobre las masas, eso sin duda evidencia que el ser humano a pesar de su capacidad para crear mitos, narraciones y canciones sigue siendo un animal que defiende sus intereses con la violencia. Es más, la creación artificiosa de mitos, narraciones, leyes y normas de comportamiento, obedece a su gran capacidad de razonamiento dispuesta enteramente al servicio de lo que es como especie animal. Una especie agresiva y bastante territorial. Desde esta perspectiva, tiene sentido el planteamiento de Tomas Hobbes, “el hombre es lobo para el hombre”, y es que por mucho desarrollo y mucha tecnificación política y constitucional de la humanidad, la violación de las leyes y los acuerdos es castigada por la “fuerza del Estado”, pero ¿qué es el Estado? Pues una abstracción autoritaria que monopoliza el uso de la fuerza violenta de forma supuestamente legal, legítima. Pero ¿qué es legal o legítimo? Pues aquello a lo que se llega por un consenso popular, acuerdo colectivo al que todos los individuos prefieren someterse en vez de enfrentar el caos de la violencia de todos contra todos, pues sería un desastre. Teniendo en cuenta tal condición de la vida y el orden social humano, es claro que su capacidad de razón le ha permitido encontrar la mejor forma de lidiar contra sus inclinaciones naturales, es decir, desde aquí es posible afirmar que todo ingenio humano que en últimas propicia el bienestar y la supervivencia de la especie y el individuo, funciona como estrategia incluso para sobreponerse como el más fuerte; principios animales sin duda. ¿Y la xenofobia, el racismo, el etnocentrismo? Pues productos culturales, productos provenientes de las fantasías y los mitos que una humanidad ignorante y mítica ha usado para subyugar y someter abusivamente a sus semejantes y a las demás especies. No existen pruebas científicas reales de la superioridad de unas razas sobre las otras, pues todo lo que hay ha sido tradición y mera costumbre que bien supo refutar Lev Vigotsky con su examen a chicos blancos y afroamericanos en una escuela de Estados Unidos, demostrando que las capacidades intelectuales de unos y otros respondían a la sugestión y la influencia del contexto sociohistórico y cultural. Pero ¿Acaso las concepciones morales y la reflexión axiológica pueden negar la naturaleza animal humana que aún responde a patrones biológicos? De ninguna manera, pues tal reflexión sería producto del ingenio humano en su búsqueda de estrategias racionales para mantenimiento y justificación de un orden social. Teniendo en cuenta todo esto, es claro que el actual orden político-económico y sociocultural de nuestro mundo, sigue aún obedeciendo al mismo patrón desde que unos lograron someter a los demás y apoderarse del liderazgo para dar lugar a lo que ha sido la historia de la humanidad. Ahora es más fácil entender por ejemplo, la obsesión de la humanidad con la violencia y el sexo, desde la literatura hasta el cine siguen constituyendo como una ruta de escape de un impulso natural ineludible a una especie que sueña con la violencia y su ejercicio para con sus semejantes. Seres humanos, pequeños e insignificantes animalitos que soñaron con ser más que una especie animal, pero que irremediablemente estuvieron condenados a la extinción desde sus inicios.

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