Reflexiones Antropológicas (Presentación)

En nuestra cotidianidad nos vemos constantemente enfrentados a situaciones que requieren de nosotros una actitud moral y social que sin duda contribuya al pleno desarrollo de nuestros semejantes, de nosotros mismos y de nuestro contexto en general, sin embargo, tales situaciones suelen llevarnos muchas veces al extremo de nuestra tolerancia. 

Vale aclarar empero, que cuando hablamos aquí de desarrollo, nos referimos a lo que sería una mejor sociedad, con gente civilizada capaz de convivir bajo las condiciones que legítimamente se imponen sobre cada individuo. ¿Qué es lo que vive sin embargo, el hombre común del siglo XXI? Bien claro es por supuesto, que vive una competitividad individualista creciente impulsada por la ideología y el sistema político-económico vigente, en el cual no existe la injusticia, sino la ineptitud, la incapacidad y la incompetencia de muchos que viven por eso condenados a la ruina y al subdesarrollo, sometidos por la explotación constante y creciente de las clases dirigentes, que victoriosas lideran los procesos político-económicos en una eterna lucha de clases determinada por la selección natural y las más crudas consideraciones del llamado Darwinismo social.

 Sumado a tan lamentable situación general del humano actual, la manipulación ideológica y fuertemente persuasiva que los medios de comunicación hacen de las grandes masas; les sume cada vez más en la miseria y la alienación con la que pierden la oportunidad de un verdadero desarrollo y protagonismo positivo de sus propias vidas, para engañados, seguir modelos impuestos por las corrientes culturales que venden y presentan perfiles e identidades que parecen querer entontecer progresivamente a la juventud como para garantizar una futura generación de esclavos ignorantes más dóciles y fácilmente subyugables por las ideologías dominantes, el consumismo explotador y la mentirosa fantasía de una farándula que sutilmente adormece, engaña y droga al pueblo cual opio perjudicial. 

Es decir, en gran medida, la religión ha perdido protagonismo en la vida actual, en la vida real, en la cotidianidad; ahora el opio del pueblo, el opio real y el más perjudicial es la manipulación mediática, la farándula y el consumismo. La religión en cambio, por lo menos el cristianismo en occidente contribuyó desde el postconcilio a una construcción ideológica y social liberadora, desde lecturas teológicas de la realidad tales como las de Leonardo Boff, Jon Sobrino, Gustavo Gutiérrez, Teófilo Cabestrero, Roger Haigt, y muchos otros, de los exponentes de la llamada Teología de la liberación. 

Pero ¿Acaso no se equivocaron ciertos teólogos de la liberación al casarse con el socialismo como el sistema político-económico más próximo al ideal cristiano de fraternidad solidaria? ¿Acaso el mismo Cristo se preocupó por transformar y reestructurar político-económicamente la sociedad de su contexto histórico? Cristo dijo: “a los pobres siempre los tendréis”, también dijo: “dad al César lo que es del César”. Y es que tanto el apóstol Pablo como Pedro, nos invitan a ser sumisos ante las autoridades, “pues las que hay han sido permitidas por Dios”. ¿Es que acaso debemos considerar que la injusticia y el egoísmo individualista neoliberal con la característica lucha desigual de clases es voluntad de Dios? 

Sin duda alguna, es necesaria pues una interpretación acertada de la Escritura, acorde a las condiciones del mundo actual sin perder de vista por supuesto, las características fundamentales del cristianismo original. Es necesario tener en cuenta sin embargo, que el fenómeno religioso como fenómeno antropológico no es que ofrezca muchas esperanzas, ya que según la dinámica histórica del orden sociopolítico y económico servirá como siempre al poder tradicional. 

Pero por otro lado, ¿qué esperanzas podemos tener con respecto a esta cruel realidad determinada por la ley del más fuerte incluso a nivel político-económico? ¿Acaso será posible al paso que va la especie humana, que cada actor social y cada clase social comprenda que debe ser solidario y luchar por la justicia socioeconómica y la igualdad dejando de lado sus propios intereses? Pues lo cierto es que aún estamos muy lejos de eso, de tal manera que seguimos sin duda condenados a prepararnos para la competencia desde toda perspectiva, especialmente en lo laboral, lo social y lo educativo. Porque ¿a qué se encamina la educación si no es a capacitar agentes sociales y laborales competitivos, competentes y aptos para los requerimientos de los magnos empresarios que generan oportunidades de empleo? 

En verdad parece que cada vez más de poco o nada sirven los expertos en áreas humanísticas o filosóficas si no es para escribir trivialidades absurdas para engordar a una farándula “cabeza hueca” que cada vez más y más embrutece al vulgo a las masas, manteniéndoles como adormecidos e incapacitados para salir de su lamentable pero cierta situación.

 Así, el verdadero intelectual las más de las veces cuando no es ignorado por las masas vulgares, es endiosado por la farándula que lo ciega y lo compra con dinero y bienestar. Es por eso que este trabajo es una invitación a la reflexión seria en torno al ámbito político-económico y sociocultural de la sociedad actual, a ver si “con los pies bien puestos en la tierra” se podría lograr algo positivo por una sociedad agonizante que pide a gritos un cambio que a lo mejor aún esté muy lejos.

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