Colombia en América Latina (por Fernán Tamayo)
Hay que reconocer que desde los inicios y consolidación del periodo medieval los pueblos europeos eran tecnológicamente más avanzados que los pueblos de América Latina, sin desconocer por supuesto, que los pueblos Latinoamericanos por su propio camino avanzaban también de manera paulatina tanto tecnológica como socialmente.
Las diferencias empero, se fueron acrecentando hasta la consolidación de un gran desarrollo durante los inicios de la modernidad, por lo cual, al darse el accidental descubrimiento de América el choque de sociedades produjo lo que era esperado, así pues, siempre que una civilización muy avanzada se encuentre y relacione con una sociedad que sea menos desarrollada, se producirá sin duda explotación y sometimiento de la más avanzada hacia la menos desarrollada.
Todo eso fue conquista y colonia, pero se suponía que las revoluciones independentistas harían de los pueblos latinoamericanos pueblos realmente libres; lo que pasó sin embargo, fue terrible, pues los propios nativos independentistas que se creían europeos, fueron los que asumieron el control y ejercieron sobre las masas una opresión aún más dura que la de los europeos, se hicieron con el control del esclavismo y de la economía en general.
Pasados los siglos y en pleno auge globalizador y neoliberal, las potencias europeas colonialistas y los Estados Unidos pactaron con la clase política de países como Colombia, clase política que al mismo tiempo es la élite socioeconómica de empresarios y terratenientes tenebrosos que aún siguen explotando a las masas y configurando la política y las leyes en general para su egoísta provecho económico y social.
Por eso el orden político-económico y sociocultural de Colombia es excluyente, elitista y discriminador; todavía sigue pactando político-económicamente con las potencias mundiales en detrimento de las masas de los sectores populares y la lamentable clase media que son las mayorías.
Por eso los salarios de los políticos son excesivamente altos, mientras que el salario mínimo es una miseria, un real insulto a los trabajadores y a las clases populares.
Por otro lado, es necesario tener en cuenta que Colombia es un país que no cuenta con un “Proyecto de Nación”; no se trabaja desde la administración pública para el cultivo y formación de ciudadanos dignos que sean debidamente respetados y valorados como capital humano del “aparato” de un estado que aunque capitalista fuera respetuoso y justo. El estado colombiano no se preocupa por una sociedad en verdad educada ni piensa en la prosperidad colectiva de las mayorías de la nación, puesto que los gobiernos de turno son de ricos, para beneficio de los ricos.
Corrupción hay en todos los estados del mundo, pero donde el estado es mínimamente respetuoso y justo con los ciudadanos y así se constituye política y económicamente, las cosas funcionan bien. Colombia en América Latina sigue siendo un país de sometidos y explotados aún como en siglos pasados, pero con la falacia de pueblo libre bajo ideales liberales político-económicos y sociales.
¿Qué hacer para liberar nuestro país?
¡Gran pregunta!
“La respuesta es clara”, pero ante la peligrosa mafia política colombiana, ni me atrevo a comentarla con nadie, ni me atrevo a ponerla en marcha.
Cada persona seria e inteligente luego de serio y dedicado estudio debe sacar sus propias conclusiones. Al parecer, como nos solía decir Jaime Garzón: “Somos un pueblo con mucha capacidad de aguante”.
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