Uno de los aspectos más importantes de la escuela es ser un espacio de socialización, una especie de “laboratorio social” en el que los menores ejercitan sus facultades humanas sociales, para de la mano de su “prójimo” y de los profesores ir construyendo su propio ser como “sujeto humano” apto para la vida; si bien es cierto que la familia y las relaciones de barrio también constituyen espacios de socialización, es la naturaleza de la escuela en su organización y estructura la que con más claridad entrena a los individuos como sujetos sociales aptos para ostentar luego el título de “ciudadanos”.
Así pues, si bien es cierto que la tecnología y la “virtualidad” en la educación básica y media han hecho posible durante esta pandemia por “Coronavirus” la continuidad de la educación, es claro que no es el mejor camino para la educación de los menores, dado que las características y particularidades propias de cada núcleo familiar no permitirían a muchos recibir la mejor orientación, lo que agudizaría a largo plazo la desigualdad social.
Las herramientas tecnológicas sin duda, son un complemento maravilloso de acceso a información y desde el aspecto audiovisual pueden contribuir mucho a la claridad del aprendizaje y la asimilación de información valiosa que bajo explicaciones aterrizadas del docente pueden contribuir a un avance realmente significativo en el camino del aprendizaje de los educandos. A esto es necesario sin duda sumar la necesidad del experimento, de la visita al laboratorio, de la salida pedagógica, capaces de incrementar sin duda la “significatividad” del aprendizaje. Es claro por supuesto que todas estas experiencias se pueden propiciar desde la virtualidad, pero no sería tan significativo para los menores como vivirlo en la realidad de la escuela y su ambiente real.
Ahora pues, que la pandemia ha negado estos propicios ambientes de aprendizaje a los menores, son muchos los estudiantes y los padres que extrañan la escuela y han aprendido a valorar un poco más su real importancia.
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